…y podría ser ésta,
la tercera historia
NO TENÍA NOMBRE
Estaba ante un plato de lentejas.
Cogí una de ellas con la cuchara.
La miré.
Y como soy bastante aficionando a ponerle nombre a todo, me dije:
«¿Qué nombre le pongo a ésta?»
Recordaba el episodio del garbanzo «Breve».
«Mejor, le busco otro nombre…
…¿Paca?, ¿Pepa?, ¿Kikina?, ja ja ja ja…; no, no ‘pegan’. Tiene que ser más…más…de lenteja…no sé…»
No se me ocurría ninguno que fuese adecuado y original.
En esto que, mientras cavilaba y en un descuido, me llevé la cuchara a la boca y…
…¡ñam!, ¡la lenteja «p’adentro»!
¡Me la comí!
«¡Vaya, y no le puse nombre!»
Quedé un tanto apesadumbrado por mi fallo.
Terminé la comida y al rato, me entraron unas «apreturas» de vientre.
Los gases «se disparaban» a discreción.
Y yo me «disparé» hacia el wáter.
Gratamente sorprendido, y a la vez extrañado por tan pronta respuesta, levanto raudo la tapa del escusado.
Y sentado en la taza,…¡plofff!; miro y contemplo, ya aliviado, el resultado del vaciado ventral. Un HERMOSO «EJEMPLAR» tubular, depositado en feliz reposo en el fondo del retrete.
Y al verlo -junto con su aroma- me «iluminé»:
«¡Mierda, ya lo tengo!
¡Ya tengo el nombre !
¡LA LENTEJA SE DEBÍA LLAMAR ‘MIERDA’«
Sentí como que una gran relajación se apoderaba de mí…
…»¡Uuuuuuf!…¡QUÉ DESCAAANSOOO!»
El Cuarto Ojo del Mono, se lo tuvo que pensar demasiado; y…pasa lo que pasa.